domingo, octubre 21, 2012

En la Opinion de: Gabriel García Márquez...

Gabriel García Márquez,  ceremonia de entrega del premio Nobel de literatura en 1982.





La soledad de América Latina
Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982 -Texto completo
 Gabriel García Márquez
     Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen. Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonios más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. 
     Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.
     La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.
      Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. 
      En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años. De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que Noruega. 
        Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. 
     Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad. Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. 
        La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes. No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos.
        La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo. América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental. No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. 
       Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad. Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios. Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica.
      Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra. Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.
      Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada.
      La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos. En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte.
        El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.
Muchas gracias.

viernes, junio 01, 2012

En la Opinión de: Paco Ignacio Taibo II

Nunca bailamos solos...
Palabras del escritor Mexicano Paco Ignacio Taibo II en la Universidad Autónoma Metropolitana, en la Ciudad de Mexico.


miércoles, octubre 05, 2011

Palabras de Steve Jobs... Universidad de Stanford (Verano del 2005)



Tengo el honor de estar hoy aquí con ustedes en este nuevo paso... en una de las mejores universidades del mundo. La verdad es que confieso que, yo nunca me gradué.

A decir verdad, esto es lo más cerca que jamás he estado de una graduación universitaria.

Hoy os quiero contar tres historias de mi vida. Nada especial. Sólo tres historias.

La primera historia versa sobre “conectar los puntos”.

Dejé la Universidad de Reed tras los seis primeros meses, pero después seguí vagando por allí otros 18 meses, más o menos, antes de dejarlo del todo. Entonces, ¿por qué lo dejé?

Comenzó antes de que yo naciera.

Mi madre biológica era una estudiante joven y soltera, y decidió darme en adopción. Ella tenía muy claro que quienes me adoptaran tendrían que ser titulados universitarios, de modo que todo se preparó para que fuese adoptado al nacer por un abogado y su mujer.

Solo que cuando yo nací decidieron en el último momento que lo que de verdad querían era una niña.

Así que mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada a medianoche preguntando:

“Tenemos un niño no esperado; ¿lo quieren?”

“Por supuesto”, dijeron ellos.

Mi madre biológica se enteró de que mi madre no tenía titulación universitaria, y que mi padre ni siquiera había terminado el bachillerato, así que se negó a firmar los documentos de adopción. Sólo cedió, meses más tarde, cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.

Y 17 años más tarde fui a la universidad. Pero de forma descuidada elegí una universidad que era casi tan cara como Stanford, y todos los ahorros de mis padres, de clase trabajadora, los estaba gastando en mi matrícula.

Después de seis meses, no le veía propósito alguno. No tenía idea de qué quería hacer con mi vida, y menos aún de cómo la universidad me iba a ayudar a averiguarlo.

Y me estaba gastando todos los ahorros que mis padres habían conseguido a lo largo de su vida. Así que decidí dejarlo, y confiar en que las cosas saldrían bien.

En su momento me dio miedo, pero en retrospectiva fue una de las mejores decisiones que nunca haya tomado.

En el momento en que lo dejé, ya no fui más a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a meterme en las que parecían interesantes. No era idílico. No tenía dormitorio, así que dormía en el suelo de las habitaciones de mis amigos, devolvía botellas de Coca Cola por los 5 céntimos del envase para conseguir dinero para comer, y caminaba más de 10 Km los domingos por la noche para comer bien una vez por semana en el templo de los Hare Krishna.

Me encantaba.

Y muchas cosas con las que me fui topando al seguir mi curiosidad e intuición resultaron no tener precio más adelante.

Les daré un ejemplo.

En aquella época la Universidad de Reed ofrecía la que quizá fuese la mejor formación en caligrafía del país. En todas partes del campus, todos los póster, todas las etiquetas de todos los cajones, estaban bellamente caligrafiadas a mano.

Como ya no estaba matriculado y no tenía clases obligatorias, decidí atender al curso de caligrafía para aprender cómo se hacía.

Aprendí cosas sobre el serif y tipografías sans serif, sobre los espacios variables entre letras, sobre qué hace realmente grande a una gran tipografía.

Era sutilmente bello, histórica y artísticamente, de una forma que la ciencia no puede capturar, y lo encontré fascinante. Nada de esto tenía ni la más mínima esperanza de aplicación práctica en mi vida. Pero diez años más tarde, cuando estábamos diseñando el primer ordenador Macintosh, todo eso volvió a mí.

Y diseñamos el Mac con eso en su esencia. Fue el primer ordenador con tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado caer por aquél curso concreto en la universidad, el Mac jamás habría tenido múltiples tipografías, ni caracteres con espaciado proporcional. Y como Windows no hizo más que copiar el Mac, es probable que ningún ordenador personal los tuviera ahora. Si nunca hubiera decidido dejarlo, no habría entrado en esa clase de caligrafía y los ordenadores personales no tendrían la maravillosa tipografía que poseen.

Por supuesto, era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en clase, pero fue muy, muy claro al mirar atrás diez años más tarde.

Lo diré otra vez: no puedes conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tienes que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tienes que confiar en algo, tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea.

Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado, y ha marcado la diferencia en mi vida.

Mi segunda historia es sobre el amor y la pérdida.

Tuve suerte — supe pronto en mi vida qué era lo que más deseaba hacer. Woz y yo creamos Apple en la cochera de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos mucho, y en diez años Apple creció de ser sólo nosotros dos a ser una compañía valorada en 2 mil millones de dólares y 4.000 empleados.

Hacía justo un año que habíamos lanzado nuestra mejor creación — el Macintosh — un año antes, y hacía poco que había cumplido los 30.

Y me despidieron.

¿Cómo te pueden echar de la empresa que tú has creado?

Bueno, mientras Apple crecía contratamos a alguien que yo creía muy capacitado para llevar la compañía junto a mí, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nuestra perspectiva del futuro comenzó a ser distinta y finalmente nos apartamos completamente. Cuando eso pasó, nuestra Junta Directiva se puso de su parte.

Así que a los 30 estaba fuera. Y de forma muy notoria.

Lo que había sido el centro de toda mi vida adulta se había ido y fue devastador.

Realmente no supe qué hacer durante algunos meses. Sentía que había dejado de lado a la anterior generación de emprendedores, que había soltado el testigo en el momento en que me lo pasaban. Me reuní con David Packard [de HP] y Bob Noyce [Intel], e intenté disculparme por haberlo fastidiado tanto. Fue un fracaso muy notorio, e incluso pensé en huir del valle [Silicon Valley].

Pero algo comenzó a abrirse paso en mí — aún amaba lo que hacía. El resultado de los acontecimientos en Apple no había cambiado eso ni un ápice. Había sido rechazado, pero aún estaba enamorado. Así que decidí comenzar de nuevo.

No lo vi así entonces, pero resultó ser que el que me echaran de Apple fue lo mejor que jamás me pudo haber pasado.

Había cambiado el peso del éxito por la ligereza de ser de nuevo un principiante, menos seguro de las cosas. Me liberó para entrar en uno de los periodos más creativos de mi vida. Durante los siguientes cinco años, creé una empresa llamada NeXT, otra llamada Pixar, y me enamoré de una mujer asombrosa que se convertiría después en mi esposa.

Pixar llegó a crear el primer largometraje animado por ordenador, Toy Story, y es ahora el estudio de animación más exitoso del mundo. En un notable giro de los acontecimientos, Apple compró NeXT, yo regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT es el corazón del actual renacimiento de Apple. Y Laurene y yo tenemos una maravillosa familia.

Estoy bastante seguro de que nada de esto habría ocurrido si no me hubieran echado de Apple. Creo que fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la necesitaba. A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No pierdas la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi amor por lo que hacía. Tienes que encontrar qué es lo que amas. Y esto vale tanto para vuestro trabajo como para vuestros amantes.

El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideras un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que haces. Si aún no lo has encontrado, sigue buscando.

No te conformes.

Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabras cuando lo hayas encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que sigue buscando hasta que lo encuentres.

No te conformes.

Mi tercera historia es sobre la muerte.

Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón”. Me marcó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la respuesta era “No” durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.

Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida.

Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante.

Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón.

Hace casi un año me diagnosticaron cáncer.

Me hicieron un chequeo a las 7:30 de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera sabía qué era el páncreas. Los médicos me dijeron que era prácticamente seguro un tipo de cáncer incurable y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuese a casa y dejara zanjados mis asuntos, forma médica de decir: prepárate a morir.

Significa intentar decirle a tus hijos en unos pocos meses lo que ibas a decirles en diez años. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado, para que sea tan fácil como sea posible para tu familia. Significa decir adiós.

Viví todo un día con ese diagnóstico.

Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y el duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me dijo que cuando vio las células al microscopio el médico comenzó a llorar porque resultó ser una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede curar con cirugía.

Me operaron, y ahora estoy bien. Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante algunas décadas más. Habiendo vivido esto, ahora les puedo decir esto con más certeza en cuanto a la muerte... es un concepto útil, pero puramente intelectual: Nadie quiere morir.

Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo.

Ahora mismo lo nuevo son ustedes, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, se irán convirtiendo en lo viejo, y serán apartados. Siento ser tan dramático, pero es bastante cierto. Nuestro tiempo es limitado, así que no hay que gastarlo viviendo la vida de otro.

No se dejen atrapar por el dogma que es vivir según los resultados del pensamiento de otros.

No dejen que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior.

Y lo más importante, tengan el coraje de seguir a su corazón y su propia intuición.

De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario.

Cuando era joven, había una publicación asombrosa llamada The Whole Earth Catalog [Catálogo de toda la Tierra], una de las biblias de mi generación. La creó un tipo llamado Stewart Brand no lejos de aquí, en Menlo Park y la trajo a la vida con su toque poético. Eran los últimos años 60, antes de los ordenadores personales y la autoedición, así que se hacía con máquinas de escribir, tijeras, y cámaras Polaroid. Era como Google con tapas de cartulina, 35 años antes de que llegara Google, era visionario, y rebosaba de herramientas claras y grandes conceptos. Stewart y su equipo sacaron varios números del The Whole Earth Catalog, y cuando llegó su momento, sacaron un último número.

Fue a mediados de los 70, y yo tenía la edad que ustedes tiene hoy.

En la contraportada de su último número había una fotografía de una carretera en medio del campo a primera hora de la mañana, la clase de carretera en la que podrías encontrarte haciendo autoestop si eres aventurero. Bajo ella estaban las palabras:

“Sigue hambriento. Sigue alocado”.

Era su último mensaje de despedida. Sigue hambriento. Sigue alocado.

Y siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando se gradúan para comenzar de nuevo, les deseo eso a cada uno de ustedes.

Seguid hambrientos. Seguid alocados.

Muchísimas gracias a todos.

viernes, agosto 07, 2009

En la opinión de Albert Einstein...


Ensayo:
El mundo como yo lo veo...
Por: Albert Einstein (1879 - 1955).
¡Que extraña suerte la de nosotros los mortales! Estamos aquí por un breve periodo; no sabemos con qué propósito, aunque a veces creemos percibirlo. Pero no es necesaria una reflexión profunda para darse cuenta, por medio de la experiencia de la vida diaria,  que  uno existe para otras personas: En primer lugar, para aquellos cuyas sonrisas y bienestar sustentan totalmente nuestra propia felicidad, y después para los muchos desconocidos a cuyos destinos  se está ligado por los lazos de la simpatía. Todos los días me recuerdo a mi mismo cientos de veces que mi vida interior y exterior está basada en el trabajo de otros hombres, vivos y muertos, y que me debo dedicar yo mismo a dar en la misma medida que he recibido y sigo recibiendo. Me atrae profundamente la vida frugal, ya que suelo tener la agobiante certeza de que acaparo una cuantía indebida del trabajo de mis semejantes. Las diferencias de clase me parecen injustificadas y, en último término, basadas en la fuerza. Creo también que es bueno para todos, física y mentalmente, llevar una vida sencilla y modesta.
No creo en absoluto en la libertad humana en el sentido filosófico. Todos actuamos no sólo bajo presión externa sino también en función de la necesidad interna. La frase de Shopenhauer “Un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera”, ha sido para mi, desde mi juventud, una auténtica inspiración. Tal pensamiento ha sido un constante consuelo en las penalidades de la vida, de la mia y seguro de otras tantas, además de ser un manantial inagotable de tolerancia. El comprender esto mitiga, por suerte, ese sentido de la responsabilidad que fácilmente puede llegar a ser paralizante, y nos impide tomarnos a nosotros y tomar a los demás, excesivamente en serio; esto nos conduce a un enfoque de la vida que, en concreto, da al humor el sitio que se merece.
Siempre me ha parecido absurdo, desde un punto de vista objetivo, buscar el significado o el objeto de nuestra propia existencia o de las criaturas. Y, sin embargo, todos tenemos ciertos ideales que determinan la dirección de nuestros esfuerzos y de nuestros juicios.
En este sentido, nunca he visto la comodidad y felicidad como fines en sí mismos  -llamo a este planteamiento ético, el ideal de la pocilga- . Los ideales que han iluminado mi camino, y una vez tras otra me han dado valor para enfrentarme a la vida con alegría, han sido Belleza, Bondad y Verdad. Sin un sentimiento de comunidad con hombres de mentalidad similar, sin ocuparme del mundo objetivo, sin el esfuerzo en lo eternamente inalcanzable en el campo de los trabajos artísticos y científicos, la vida me hubiese parecido vacía. Los objetivos banales de los esfuerzos humanos —posesiones, éxito publico, lujo— me han parecido siempre despreciables.
Mi profundo sentido de la justicia social y de la responsabilidad social siempre ha contrastado, curiosamente, con mi notoria falta de necesidad de contacto directo con otros seres y comunidades humanas. Soy verdaderamente un “viajero solitario” y nunca he pertenecido en lo más profundo de mi corazón a mi país, a mi casa, a mis amigos, o incluso a mi familia más próxima; frente a todos estos lazos, nunca he perdido el sentimiento de distancia y la necesidad de estar solo... sentimientos que crecen con los años. Uno toma clara conciencia, aunque sin lamentarlo, de los limites del entendimiento y la armonía con otras personas. No hay duda de que con esto uno pierde parte de su independencia.
Mi ideal político es la democracia. Que se respete a cada hombre como un individuo y no se convierta en ídolo a ninguno. Es una ironía del destino que yo mismo haya sido objeto de una excesiva admiración y reverencia por parte de mis congéneres, sin culpa o méritos de mi parte. La causa de esto puede  ser  perfectamente  el  deseo, inalcanzable para muchos, de entender las pocas ideas que con mis débiles capacidades he alcanzado después de una lucha incesante. Soy consciente de que para que una sociedad (organización) pueda alcanzar sus objetivos, un hombre tiene que ser quien piense, dirija y asuma, en términos generales la responsabilidad. Pero el dirigente no debe imponerse por la fuerza, si no que los miembros de la sociedad deben tener el poder  de elegir a sus dirigentes. En mi opinión, un sistema autocrático de coerción degenera muy pronto. La fuerza atrae a hombres de escasa moralidad, y considero una regla invariable el  hecho de que a los tiranos con talento, les suceden siempre picaros y truhanes. (...). Lo que es realmente valioso en el escenario de la vida humana no es, en mi opinión, el estado político, sino el individuo sensible y creador, la personalidad; sólo eso crea lo noble y lo sublime, mientras el rebaño en cuanto tal, se mantiene torpe en el pensamiento y torpe en el sentimiento.
Este tema me lleva al peor producto de la vida del rebaño, el sistema militar, al que yo aborrezco. Que un hombre pueda disfrutar desfilando a los compases de una banda es suficiente para que me resulte despreciable. Le habrán dado su gran cerebro solo por error; le habría bastado con médula espinar desprotegida. Esta plaga de la civilización debería ser abolida con la mayor rapidez posible. Ese culto al héroe, la violencia sin sentido y todo el repugnante sinsentido que acompaña  al nombre del patriotismo. ¡qué apasionadamente los odio! ¡Que vil y despreciable me parece la guerra! Preferiría verme descuartizado antes de tomar parte en tan abominable actividad. Tengo una alta opinión sobre el genero humano que creo que este espantajo habría desaparecido hace mucho tiempo  si los intereses políticos y comerciales, que actúan a través de los centros de enseñanza y de la prensa, no corrompiesen sistemáticamente el sentido común de las personas. 
La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance, es el misterio. Es la emoción fundamental que se encuentra en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. Quien no lo conozca y no se pregunte por ello, no se maraville ante ello, debe estar  como muerto, o sus ojos estarán cubiertos por la niebla . Fue la experiencia de misterio —aunque mezclada con el miedo— la que engendró la religión. Un conocimiento de la existencia de algo que no podemos penetrar, nuestras percepciones de la razón más profunda y de la belleza más radiante, que sólo son accesibles a nuestras mentes en sus formas más primitivas: es este conocimiento y esta emoción lo que constituyen la verdadera religiosidad. En este sentido y sólo en este sentido soy un hombre profundamente religioso. No puedo imaginar a un dios que recompense y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad parecida a la que experimentamos dentro de nosotros mismos. Ni puedo ni querría imaginar que el individuo sobreviva a su muerte física; dejemos que las almas débiles, por miedo o por absurdo egoísmo, se complazcan en estas ideas. Yo me doy por  satisfecho con el misterio de la vida eterna y con la conciencia de vislumbrar la estructura del mundo real, junto con el esfuerzo decidido por abarcar una parte, aunque se muy pequeña, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza.

lunes, octubre 22, 2007

En la opinion de MuhamMad Yunus...



13 de mayo de 2007
Entrevista MuhamMad Yunus, premio Nobel de la Paz 2006 y presidente de Grameen Bank
Por: Victor Salmerón / El Universal.

Muhammad Yunus cree que sin reglas, la globalización terminará siendo un imperialismo económico impuesto por el dinero
"A través de los años creamos el sistema que fue empujando a la gente hacia la pobreza. Hay que arreglar el sistema"

Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz 2006, cree en un sistema económico donde florezca la empresa social, que como todo negocio no debe registrar pérdidas, la inversión se recupera, pero en vez de enfocarse en maximizar la ganancia, la organización buscará hacer el bien, llevar calidad y menores precios a los más necesitados.

-¿Existen empresarios dispuestos a tener compañías sin pérdidas y sin dividendos?
-Mucha gente crea fundaciones, organizaciones de beneficencia y no recupera el dinero. Bill Gates invierte miles de millones de dólares, si él supiera de este concepto diría: soy empresario, sé cómo hacerlo, voy a crear una empresa social que se amplíe. El dólar de beneficencia tiene su límite, mientras que el de la empresa social es reutilizable e ilimitado.

-¿Para países pobres como Venezuela no es más importante tener empresas que maximicen las ganancias, que creen riqueza que luego pueda ser redistribuida?
-Venezuela no es un país pobre, es muy rico con mucha gente pobre, la cuestión es cómo se utiliza la riqueza. No estoy en contra de la maximización de la ganancia, pero demos otra opción, la persona que gana mucho dinero también puede invertir en una empresa social, es dar opciones, no obligar a nadie. ¿Por qué dejarlo todo al Gobierno? Conocemos sus limitaciones, todo se politiza, burocracia, ineficiencia, corrupción.

-¿Entonces la empresa social puede jugar un rol en el mercado?
-Muchísimo, muy importante. Después de todo el mercado es competencia y esto eleva la competencia. Además de la competencia entre las empresas maximizadoras de ganancias, estará la competencia entre éstas y las empresas sociales y a su vez las empresas sociales competirán entre sí. Digo que hay que crear una bolsa de valores separada de la tradicional, donde estén empresas sociales.

-¿Un ejemplo de empresa social sería la que han creado el Grameen Bank y Danone para producir yogurt en Bangladesh?
-Exactamente. Desde un comienzo dijimos que Grameen Bank y Danone recuperarán la inversión pero no habrá dividendos. Es una empresa mixta que produce yogurt con todas las vitaminas y hierro para los niños pobres. Seguimos siendo propietarios de la compañía y podemos expandirnos, mejorar, añadir servicios.

-Plantea que la pobreza se le impone a los pobres, que el sistema les impide desarrollarse. ¿Por qué es así?
-A través de los años creamos un sistema que fue empujando a la gente hacia la pobreza, pero siempre buscamos explicaciones para protegernos. Tenemos un marco conceptual donde las empresas son máquinas de ganar dinero, pero el ser humano está más allá de eso, le importan los demás.

Muhammad Yunus profundiza su respuesta y añade que, "por ejemplo, los bancos no dan dinero a quien no lo tiene, todos los empresarios que comenzaron siendo pobres tuvieron alguien que les dio los primeros cien dólares".

-¿Es exportable su modelo de microcréditos a países con una cultura distinta a la de Bangladesh?
-Hemos trabajado en Kosovo, con los indígenas en Costa Rica. Los seres humanos son iguales, tenemos diferencias en la superficie, la ropa, el idioma, pero en 98% tenemos similitud, sólo que inflamos el 2%. Tenemos millones de palabras para describir diferencias y muy pocas para las similitudes.

-Actualmente hay un debate, hay quienes opinan que quienes reciben microcréditos continúan siendo pobres. ¿Qué piensa?
-Si es así que busquen otra cosa que funcione. Las investigaciones que se han hecho demuestran cómo las personas comienzan a crear riqueza, a salir de la pobreza cuando reciben este tipo de ayuda.

-¿Qué opina de las ayudas del Gobierno a través de dádivas o becas?
-El Gobierno tiene un papel que jugar, es importante dónde gasta el dinero y con qué impacto, las becas suenan como algo razonable. Pero eso de decirle a la gente te doy un cheque cada mes y con eso pagas tu casa, electricidad, comida, es una política equivocada, lo correcto es ayudar a la gente a que sea activa, no quitarle la iniciativa, no destruir la posibilidad de que la persona sea creativa, siempre he estado opuesto a eso.

-¿En el campo político cree que es necesaria la democracia con poderes independientes, instituciones sólidas y contrapesos para alcanzar el desarrollo?
-Se necesita una estructura de gobernabilidad para que no haya una parte que monopolice todo. Que el Poder Judicial, el Legislativo sean independientes, que no se utilicen empresas del Estado con fines políticos.

Muhamad Yunus se sumerge en el tema y explica que "esas separaciones son muy importantes. Se necesita una sociedad civil muy fuerte que diga no, cuando un solo hombre lo controla todo, que diga que el Gobierno está sobrepasando sus poderes y que los tribunales digan que no puede hacerlo, eso es muy importante en la gobernabilidad de un país.

-¿Cuáles pueden ser las reglas para controlar la globalización?

-No puede haber una globalización donde los que tienen el poder, el dinero, la experiencia, el mercadeo, tomen todo para ellos. Los que no tienen miles de millones de dólares necesitan ser protegidos para seguir en vida, si no la globalización terminará siendo un imperialismo económico. Por ejemplo, una cadena de supermercados que llegue a Bangladesh debe hacer socios suyos a los pequeños dueños de abastos, trabajar juntos.

jueves, marzo 29, 2007

En la opinion de: Gianni Vattimo

Entrevista al filósofo italiano
Gianni Vattimo:
"Devengo comunista porque soy cristiano"



Por: Michel Hernández
Rebelión
A Gianni Vattimo lo han bautizado como "el último comunista de Italia". Nació en 1936 en Turín y a lo largo de sus 70 años se ha dedicado al ámbito de la filosofía, en el que ha sobresalido por sus estudios del pensamiento de Friedrich Nietzsche y Martín Heidegger. Entre sus significativas contribuciones están las obras El pensamiento débil (1983), El fin de la modernidad (1985) y Más allá de la interpretación (1994). Quizás, como testigo crítico de la evolución de los acontecimientos contemporáneos, ha resuelto adoptar el comunismo como su ideología de batalla, de ahí el sobrenombre que le han conferido. Por estos días se dirigió con paso seguro a la Feria Internacional del Libro, en La Habana, un posible escenario ampliado donde pudo seguir celebrando su simbólico aniversario. Al concluir un encuentro con intelectuales, estudiantes universitarios y un público ávido por el debate, ante el que presentó su libro Ecce Comu, el filósofo italiano accedió a un diálogo con este redactor en el que trazó una panorámica sobre algunos sucesos internacionales, cual mapa de carretera para no perder el rumbo en la geografía mundial.

¿Cómo ve la situación de la Base Naval de Guantánamo?
Para obligar a Estados Unidos a cerrar la Base Naval de Guantánamo es necesaria la incorporación de los países europeos que ya han dicho que es ilegal pero nunca le han demandado, verdaderamente, al gobierno norteamericano que la cierre. Es necesaria esta incorporación y la de todo el mundo, contra esta injusticia.

¿Cuáles son las perspectivas del Movimiento Social Mundial?
A mí me parece que el Movimiento Social Mundial crecerá porque siguen creciendo los problemas ecológicos, sociales y económicos y la pobreza se extiende también a Europa y actualmente no se ven muchos progresos. Yo creo que la gente va a necesitar más y más una forma de resistencia social no violenta pero saboteadora, como por ejemplo, no comprar más las mercancías norteamericanas que hacen publicidad en las televisoras. Debemos reducir el consumo en el sentido de no sujetarnos más a este mundo de mercancías relativamente inútiles. Yo sé que esto significa un cambio de actitudes y de costumbres pero deviene más y más necesario.

¿La Guerra en Irak?
Aparte de la guerra en Irak, ahora los norteamericanos también tienen miedo de que Irán tenga la bomba atómica. No van a atacar a Irán porque atacan solamente a los países con la excusa de que tienen armas atómicas pero que saben que no la tienen. Lo mismo han hecho con Norcorea, siempre la han amenazado pero no la invaden. Se trata de reconstruir el mundo de la guerra fría. Porque ahora no existe un balance de poder. Hay solamente una disciplina imperial contra la cual solamente podemos hacer violencias marginales. A mí me interesa muchísimo que Irán pueda poseer la bomba atómica. Yo sé que es paradójico, pero se necesita un equilibrio en el mundo no una dominación absoluta norteamericana.

¿Su visión sobre el contexto internacional?
Vivo en un planeta que no me gusta, me siento amenazado por la guerra infinita que se va preparando por la política hegemónica de Estados Unidos. Hoy es difícil imaginar un futuro positivo, aunque se termine la guerra en Irak, Afganistán. El actual gobierno norteamericano va a tratar de invadir otros países con la OTAN, que nació como una alianza para la defensa de los países del norte atlántico pero ha devenido una policía mundial a las órdenes de los Estados Unidos.

¿No le parece utópico hablar de comunismo en Europa?
Redescubro el comunismo porque me parece que desde el punto de vista de las profecías económicas Marx tenía razón. Lo redescubro también como necesidad de crear una realidad social diferente al modelo norteamericano que amenaza con destruir los recursos del mundo y finalmente devengo comunista porque soy cristiano.

lunes, noviembre 20, 2006

En la Opinión de: Eduardo Galeano

A propósito del 12 de Octubre
Por: Eduardo Galeano

¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la descubrieron los vikingos? ¿Y antes que los vikingos? Los que allí vivían, ¿no existían?
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?
Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía?
Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar. Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón.
Y como estaba seguro de haber entrado al Oriente por la puerta de atrás, creyó que eran indios de la India.
Después, durante su segundo viaje, el almirante dictó un acta estableciendo que Cuba era parte del Asia. El documento del 14 de junio de 1494 dejó constancia de que los tripulantes de sus tres naves lo reconocían así; y a quien dijera lo contrario se le darían cien azotes, se le cobraría una pena de diez mil maravedíes y se le cortaría la lengua. El notario, Hernán Pérez de Luna, dio fe.
Y al pie firmaron los marinos que sabían firmar.
Los conquistadores exigían que América fuera lo que no era. No veían lo que veían, sino lo que querían ver: la fuente de la juventud, la ciudad del oro, el reino de las esmeraldas, el país de la canela. Y retrataron a los americanos tal como antes habían imaginado a los paganos de Oriente.
Cristóbal Colón vio en las costas de Cuba sirenas con caras de hombre y plumas de gallo, y supo que no lejos de allí los hombres y las mujeres tenían rabos.
En la Guayana, según sir Walter Raleigh, había gente con los ojos en los hombros y la boca en el pecho.
En Venezuela, según fray Pedro Simón, había indios de orejas tan grandes que las arrastraban por los suelos.
En el río Amazonas, según Cristóbal de Acuña, los nativos tenían los pies al revés, con los talones adelante y los dedos atrás, y según Pedro Martín de Anglería las mujeres se mutilaban un seno para el mejor disparo de sus flechas.
Anglería, que escribió la primera historia de América pero nunca estuvo allí, afirmó también que en el Nuevo Mundo había gente con rabos, como había contado Colón, y sus rabos eran tan largos que sólo podían sentarse en asientos con agujeros.
El Código Negro prohibía la tortura de los esclavos en las colonias francesas. Pero no era por torturar, sino por educar, que los amos azotaban a sus negros y cuando huían les cortaban los tendones.
Eran conmovedoras las leyes de Indias, que protegían a los indios en las colonias españolas. Pero más conmovedoras eran la picota y la horca clavadasen el centro de cada Plaza Mayor.
Muy convincente resultaba la lectura del Requerimiento, que en vísperas del asalto a cada aldea explicaba a los indios que Dios había venido al mundo y que había dejado en su lugar a San Pedro y que San Pedro tenía por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre había hecho merced a la reina de Castilla de toda esta tierra y que por eso debían irse de aquí o pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora se les haría la guerra y ellos serían convertidos en esclavos y también sus mujeres y sus hijos. Pero este Requerimiento de obediencia se leía en el monte, en plena noche, en lengua castellana y sin intérprete, en presencia del notario y de ningún
indio, porque los indios dormían, a algunas leguas de distancia, y no tenían la menor idea de lo que se les venía encima.
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza. Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo?
En el año 1942, cuando Estados Unidos entró en la guerra mundial, la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciera por inyección. ¿Alguien ha visto, alguna vez, sangre negra?
Después, el Día de la Raza pasó a ser el Día del Encuentro. ¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de hoy, encuentros? ¿No habría que llamarlas, más bien, violaciones?
Quizás el episodio más revelador de la historia de América ocurrió en el año 1563, en Chile.
El fortín de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitán Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó:

-¡Nosotros seremos cada vez más!

-¿Con qué mujeres? -preguntó el jefe indio.

-Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros amos.

Los invasores llamaron caníbales a los antiguos americanos, pero más caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa.
Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raíces.
Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan brutos eran los indios que ignoraban que debían exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower.